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Vía del dolor
La vía del dolor es el conjunto de rutas nerviosas y mecanismos fisiológicos que el cuerpo utiliza para detectar, transmitir y procesar estímulos dolorosos. Este proceso comienza con la transducción, en la que los nociceptores (receptores específicos del dolor en la piel y otros tejidos) convierten estímulos dañinos en señales eléctricas.
Estas señales viajan a través de las fibras nerviosas hasta la médula espinal, donde se produce la transmisión a las neuronas de segundo orden que dirigen la señal hacia el cerebro. Aquí, áreas como el tálamo y la corteza somatosensorial procesan la información, permitiendo la percepción consciente del dolor y desencadenando respuestas de protección.
El procesamiento de la vía del dolor es complejo, ya que involucra sistemas moduladores que pueden amplificar o atenuar la percepción del dolor. Los neurotransmisores y neuromoduladores (como las endorfinas) pueden influir en la intensidad de la señal dolorosa, activando mecanismos de control en la médula espinal o en el cerebro.
Esto explica por qué factores emocionales y psicológicos pueden afectar la experiencia del dolor. Esta vía, también conocida como “nocicepción”, es esencial para la supervivencia, ya que permite al organismo detectar lesiones o peligros y reaccionar ante ellos, protegiendo así al cuerpo de daños mayores.
Vía neural del dolor
La vía neural del dolor se resume de la siguiente forma:
1. El dolor lo perciben los nociceptores en la periferia del cuerpo; por ejemplo, en la piel o las vísceras. El dolor cutáneo se transmite a través de pequeñas fibras aferentes A-delta e incluso fibras C menores que van a la médula espinal. Las fibras A-delta están mielinizadas y transmiten los impulsos con rapidez.
Producen sensaciones dolorosas bien definidas y agudas, como las asociadas a cortes, choques eléctricos o impactos. Las fibras A-delta se asocian al dolor agudo. Las fibras C son amielínicas y por ello transmiten los impulsos más lentamente.
El dolor procedente de estructuras corporales profundas (como los músculos y las vísceras) se transmite sobre todo a través de las fibras C, lo que produce sensaciones difusas quemantes o de dolor sordo. Las fibras C se asocian al dolor crónico.
Las fibras A-delta y C participan en la mayoría de las lesiones. Por ejemplo, si una persona se golpea el codo, las fibras A-delta transmiten este estímulo doloroso en 0,1 segundos. La persona siente el dolor como una sensación aguda, localizada y rápida.
Uno o más segundos después del golpe, la persona experimenta una sensación más apagada, sorda y difusa de impulsos dolorosos transportada por las fibras C.
2. Las neuronas secundarias transmiten los impulsos desde las neuronas aferentes a través del cuerno dorsal de la médula espinal, donde sinaptan en la sustancia gelatinosa. Los impulsos cruzan entonces a las vías espinotalámicas laterales.
3. Los impulsos ascienden por las vías espinotalámicas anterior y lateral y pasan a través del bulbo raquídeo y el mesencéfalo al tálamo.
4. En el tálamo y la corteza cerebral, los impulsos dolorosos se perciben, describen, localizan e interpretan, y se formula una respuesta. Un impulso nocivo se hace doloroso cuando la sensación alcanza
niveles conscientes y es percibida y evaluada por la persona que experimenta la sensación.
Algunos impulsos dolorosos ascienden a lo largo de la vía paleoespinotalámica en la sección medial de la médula espinal. Estos impulsos entran en la formación reticular y en los sistemas límbicos, que integran las respuestas emocionales y cognitivas al dolor.
Las interconexiones en el sistema nervioso autónomo también pueden dar lugar a una respuesta autónoma al dolor. Además, los nociceptores profundos convergen a menudo en la misma neurona espinal, lo que hace que el dolor se experimente en una parte del cuerpo diferente a su origen.
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Fuentes consultadas
- Cline, David M.; 2014; Tintinalli Manual de medicina de urgencias; 7ma edición.
Última actualización: [05/11/2024]