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Autismo y los Intestinos
Ya conocíamos que el estrés podía causarnos problemas en el estómago. Cuando estamos nerviosos es bastante común sufrir dolores, calambres, espasmos y retortijones en nuestro estómago.
Sin embargo, unos científicos afirman que esta curiosa conexión podría también suceder a la inversa, de manera que un posible malestar en los intestinos podría afectar de igual forma al cerebro.
Esta conexión bidireccional podría convertirse en una de las claves para resolver uno de los misterios más desconcertantes de la medicina: el autismo.
Casi 60 años después de que el trastorno fuese identificado por primera vez, el número de casos aumenta cada año, de hecho, Naciones Unidas calcula que alrededor de 70 millones de personas de todo el mundo podrían estar afectados por este trastorno.
¿Qué relación existe entre el autismo y nuestros intestinos?
Unos científicos han encontrado algunas pistas prometedoras que podrían arrojar un poco de luz sobre este asunto. Al parecer, la investigación ha revelado la existencia de diferencias más que palpables en los trillones de bacterias que se encuentran en los intestinos de niños que padecen autismo.
Lo curioso es que, no solo el microbioma de la personas con autismo es diferente, los investigadores del Instituto de Tecnología de California han demostrado que, esta diferencia podría incluso contribuir a la aparición de este trastorno.
Hoy en día el autismo se trata principalmente a través de terapias conductuales. Sin embargo, el nuevo estudio sugiere que el tratamiento podría venir algún día en forma de probiótico, es decir, mediante bacterias vivas beneficiosas como las que se encuentran en el yogur.
“Si se bloquea el problema gastrointestinal, podríamos tratar los cambios en el comportamiento”, dijo Paul Patterson, profesor de biología y coautor del estudio.
Autismo y su relación con el estómago
El autismo es un complejo conjunto de trastornos que comparten tres rasgos principales:
- Comunicación deficiente.
- Compromiso social deficiente.
- Comportamientos repetitivos.
Sin embargo, los problemas gastrointestinales son también unos de los problemas de salud más comunes entre los niños que sufren autismo.
Aunque las estimaciones varían bastante, algunos estudios han concluido que hasta el 90% de los niños con autismo padecen problemas de estómago.
De hecho, estos niños poseen hasta 3,5 veces más probabilidades de experimentar diarrea crónica y estreñimiento respecto a las demás personas.
Siguiendo estas pistas, los investigadores de la Universidad Estatal de Arizona analizaron las bacterias intestinales obtenidas de niños con y sin autismo.
A través del análisis observaron que los participantes con autismo contenían un rango más reducido de bacterias, probablemente lo que originaría que el intestino fuese más susceptible al ataque de patógenos externos.
Microbioma intestinal
Pero, ¿Es realmente el microbioma intestinal el responsable del trastorno?.
Para averiguarlo, la investigadora Elaine Hsiao diseñó un experimento basado en estudios sobre ratones para demostrar que las mujeres que contraían la gripe durante el embarazo duplicaban el riesgo de dar a luz a un niño con autismo.
En el experimento realizado con ratones, a las hembras embarazadas que se le suministró una sustancia viral dieron a luz a crías con síntomas similares al autismo.
Las crías de ratón pasaron a desarrollar un trastorno conocido como “Síndrome del intestino permeable”, en el que las moléculas producidas por las bacterias intestinales fluyen a la sangre y posiblemente al cerebro, una condición también observada en niños con autismo.
¿Cómo es posible que estas bacterias influyan en el comportamiento?
Para averiguarlo, Hsiao analizó la sangre de los ratones. La sangre de los ratones “autistas” contenía hasta 46 veces más de la molécula 4 EPS, una molécula producida por las bacterias intestinales que se cree que podría provenir de los intestinos.
El experimento no terminaba ahí, el suministro de 4EPS en ratones sanos también los volvía más ansiosos, lo que corroboraba la implicación de esta molécula en el cambio del comportamiento.
En humanos, una molécula similar a la 4EPS se ha detectado en niveles elevados en pacientes con autismo.
Tras el resultado de sus pruebas, Hsiao entonces enriqueció el alimento de los animales con bacterias “B. fragilis”, un probiótico que sirve para tratar problemas gastrointestinales en ratones. Los resultados obtenidos fueron totalmente sorprendentes.
Cinco semanas más tarde, los investigadores vieron que el intestino de los ratones con autismo se había “sellado” y que los niveles de 4 EPS en la sangre se habían reducido drásticamente.
Además de un intestino sano, los ratones también comenzaron a comportarse de forma menos ansiosa y redujeron los comportamientos repetitivos.
Desafortunadamente, los ratones tratados siguieron sin ser sociables cuando un nuevo ratón era introducido en su jaula.
“Esta es una verdadera limitación en las conclusiones del estudio ya que en muchos sentidos los déficits de interacción social son el problema principal del autismo”, dijo Ted Abel, profesor de biología en la Universidad de Pensilvania.
El suministro de B. fragilis por tanto tendría que ser probablemente complementado con otras terapias que aborden los impedimentos sociales.
“Un posible tratamiento mediante probióticos sólo podría ayudar a un pequeño grupo de pacientes con autismo que sufrieran problemas gastrointestinales”, dijo Hsiao, “y sólo un ensayo clínico revelará si los resultados también se aplican a los seres humanos”.
Para las personas con autismo y sus familias, (incluso una terapia complementaria que funcionase solo para un subconjunto de pacientes) sería una noticia fantástica.
“La idea de que al suministrando bacterias se podría mejorar lo que a menudo se considera un trastorno intratable resulta realmente impactante”, dijo Hsiao. “Es una idea alucinante que podría suponer un gran avance”.
Autismo y los Intestinos
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- José Miguel Fernández.Ozy. Ozy.com
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Última actualización: [01/09/2024]